Con yoga, respiración alterna y su «justa medida de Chardonnay», Hillary Clinton ha sobrevivido a diez meses de «muy dura transición» tras su inesperada derrota electoral, que relata en su nuevo libro «What Happened» («Lo que ocurrió»).
En casi 500 páginas de dolorosa digestión del fracaso, la excandidata demócrata asume sus errores pero reparte culpas: al exdirector del FBI James Comey, al Gobierno ruso, a su rival de primarias Bernie Sanders, a los medios y al sexismo de la sociedad.
«No tengo todas las respuestas y esto no es un informe completo de la campaña de 2016. No soy yo quien tiene que escribir eso. (…) Esta es mi historia. Quiero descorrer la cortina de una experiencia que fue estimulante, alegre, aleccionadora, exasperante y sencillamente desconcertante», explica en un pasaje.
La candidata que lo había sido casi todo -primera dama, senadora y secretaria de Estado- vio el pasado 8 de noviembre como su máximo sueño, el de ser presidenta, se le escapaba de las manos para ir a parar a un controvertido magnate novato en política: Donald Trump.
«Sentí una enorme decepción, como una pérdida de sensibilidad y dirección, y tristeza», confiesa.
Estaba tan segura de ganar que, reconoce, no había escrito un discurso de admisión de derrota.
No lo pronunció hasta la mañana siguiente y, tras hacerlo, corrió a refugiarse en su apartada mansión de Chappaqua en Nueva York.
Allí, canalizó su frustración con una «frenética limpieza de armario», largos paseos en los bosques, juegos con sus perros, yoga, respiración alterna de las fosas nasales -que recomienda- y, también, su «justa medida de Chardonnay».
«Fue una transición muy dura. Realmente batallé. No podía sentir, no podía pensar. Me quedé patidifusa, agotada», admite.
Menos de tres meses después del batacazo, el 20 de enero, Clinton tuvo que pasar el trago de asistir a una investidura que siempre pensó que sería la suya.
«Ahí estaba, en la plataforma, sintiendo como una experiencia extra corporal. Y su discurso, que fue un grito desde el instinto nacionalista blanco», relató este domingo en la cadena televisiva CBS en una entrevista.
A principios de enero, contó, estuvo sopesando no ir, pero asumió que no le quedaba otra que acudir por su condición de ex primera dama.
«Soy una ex primera dama, y los expresidentes y ex primeras damas van», concluyó.
En su libro, que publica Simon & Schuster y salió hoy a la venta, Clinton no solo repasa los grandes temas del análisis postelectoral -el enfado de los blancos de clase trabajadora, la supuesta interferencia rusa- sino que abunda en uno que quedó relegado a un segundo plano: la resistencia social a la idea de una mujer presidenta de EE.UU.