RUSIA. Jóvenes sí, pero patriotas, creyentes y, por supuesto, votantes, es el nuevo objetivo del presidente ruso, Vladímir Putin, que necesita el apoyo de las nuevas generaciones para legitimar su permanencia en el poder hasta 2024.
“Por la paz, la solidaridad y la justicia social, luchamos contra el imperialismo honrando nuestro pasado, construimos el futuro”, es el lema del XIX Festival Mundial de la Juventud que acoge estos días la ciudad rusa de Sochi (mar Negro).
En vísperas del inicio de la campaña electoral, Putin inauguró la pasada semana el festival, una perfecta máquina de adoctrinamiento para alejar a los jóvenes de las malas influencias opositoras.
El festival contó con una gran popularidad entre los países comunistas en el siglo pasado y ahora el Kremlin intenta utilizarlo de nuevo como plataforma para tender puentes con desafectos escolares y universitarios.
La imagen de miles de jóvenes, incluidos menores de edad, protestando en los últimos meses contra Putin en manifestaciones en todo el país tiene muy preocupado al Kremlin, consciente de que sufre graves achaques de gerontocracia.
El líder de la oposición extraparlamentaria, Alexéi Navalni, ha conseguido seducir a los jóvenes urbanitas y no sólo en Moscú, sino en el resto de urbes de este vasto país, como se pudo ver en los mítines electorales, incluso en Siberia.
Putin tiene garantizado el apoyo de la población que depende del Estado -profesores, personal sanitario, funcionarios y militares-, pero los jóvenes no se sienten identificados con el partido del Kremlin, no digamos con gobernadores de entre 60 y 70 años.
En Rusia hay más de 31 millones de jóvenes, de los que el 83 % tiene derecho de voto, aunque son pocos los que suelen acudir a las urnas, lo contrario que ocurre con los casi 40 millones de pensionistas, mucho más activos a la hora de votar.
Uno de cada cinco rusos son jóvenes, por lo que Putin no se puede permitir el lujo de presentarse a la reelección en marzo próximo dando la espalda a los ciudadanos que asumirán las riendas del país cuando él deje el Kremlin, previsiblemente, en 2024.
No lo tendrá fácil, ya que los jóvenes rusos no ven la televisión pública, el principal instrumento de propaganda oficialista en Rusia, sino que se informan a través de internet, el último reducto de la prensa independiente en este país.
Además, viajan más al extranjero y saben idiomas, lo que les permite comparar el discurso oficial del Kremlin con lo que se dice en Occidente.
Pese a que el Che Guevara es uno de los símbolos del festival y hay presencia de las juventudes comunistas (Komsomol), los jóvenes rusos no creen a pies juntillas que EEUU sea el origen de todos los problemas.
Según las encuestas, también son mucho más tolerantes hacia la inmigración extranjera y las minorías sexuales que el resto de rusos, especialmente el sector más conservador y leal a Putin.
En un intento de atraer a las nuevas generaciones, el Kremlin ha lanzado un programa de rejuvenecimiento de cuadros, que ya le ha costado el cargo a decenas de gobernadores y altos funcionarios en los últimos meses.
Los nuevos chicos de oro de la política rusa rondan los 40 años y, en ningún caso, deben superar los 50, según informó recientemente la prensa rusa, citando fuentes de la Administración presidencial.
Frente a la vieja guardia nacida, como Putin, en los años 50 o incluso antes, los nuevos políticos nacieron a finales de los años 70 e incluso 80, en las postrimerías de la Unión Soviética.
La prensa también ha informado de otras medidas coercitivas adoptadas por las autoridades y el profesorado, que incluyen sesiones de adoctrinamiento para impedir que los jóvenes acudan a las manifestaciones opositoras.
Las amenazas de expulsión de la universidad y las llamadas a sus progenitores han logrado ahuyentar a algunos jóvenes, pero a otros no ha hecho más que convencerlos de la necesidad de protestar activamente contra el Kremlin.
En uno de los casos más sonados, una profesora amenazó a un adolescente con denunciarle ante el Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB) por ser partidario de Navalni.
El mayor cargo policial encargado de la lucha contra el extremismo, Timur Valiulin, incluso propuso castigar a padres o profesores de los menores de edad que participen en protestas opositoras no autorizadas.
Navalni está inhabilitado para postular su candidatura al tener antecedentes penales, pero cuenta con varios cientos de miles de voluntarios, en su mayoría jóvenes, atraídos por su campaña contra la corrupción en las altas esferas la administración pública.
Por: Ignacio Ortega