MADRID, España. En plena tormenta política en Cataluña, el rey de España Felipe VI celebra este martes sus 50 años, con un acto protagonizado por su hija y heredera, la princesa Leonor.
La princesa, de 12 años, recibirá el imponente collar del Toisón de Oro, la condecoración más elevada del Reino de España, en una ceremonia en Madrid.
Ironía del destino, el cumpleaños de su padre podría coincidir con la sesión de investidura del presidente catalán, el cargo al que aspira de nuevo el separatista Carles Puigdemont.
“Una pesada broma”, como lo resume en una entrevista con AFP TV Ana Romero, autora de varios libros sobre la monarquía, el último de ellos “El Rey ante el espejo”.
Con motivo de la efeméride, la Casa Real ha desplegado una operación seducción. En los últimos días difundió decenas de fotos y videos en los que se muestran escenas caseras de Felipe, la reina Letizia y sus hijas Leonor y Sofía, esta última de diez años.
En las instantáneas se intenta transmitir un día a día similar al de cualquier preadolescente, y la heredera sucesivamente aparece vestida de uniforme colegial, de la mano de su padre, quemándose la lengua mientras toma la sopa, o bromeando con el rey antes de que pronuncie su habitual discurso de Navidad.
“El objetivo principal de Felipe VI es que los españoles dejen de ser juancarlistas, felipistas o leonorcistas (…) y se hagan monárquicos en el sentido de que acepten la institución como algo establecido”, analiza Ana Romero.
Y es que según resume debe paliar el hecho de que “nuestro país no es monárquico de ADN”, en una España donde la monarquía fue restaurada en 1975, tras la muerte del dictador Francisco Franco y un hiato de 44 años.
La restauración se realizó en la persona del rey Juan Carlos I, el primer monarca en cinco siglos de historia española en abdicar en favor de su hijo.
Felipe ascendió así al trono en junio de 2014, después de 38 años de reinado de un Juan Carlos debilitado físicamente y salpicado por una serie de embarazosos escándalos.
“Él puede traer de nuevo la dignidad a la institución y comportarse de manera impecable, pero (…) si hay una parte de la población, por ejemplo, que insiste en celebrar un referéndum monarquía-república (…) el futuro de España no está escrito, como tampoco lo está el futuro de Felipe VI”, advierte Ana Romero.
Uno de los episodios más difíciles de su reinado fue el apartamiento de su hermana Cristina, cuyo marido, Iñaki Urdangarin, fue condenado el año pasado por corrupción.
El rey Felipe tiene fama de cordial, bien informado y reflexivo, si bien es menos carismático que su padre.
Sus tres años y medio de reinado están ya marcados pro la crisis catalana, que no abordó de lleno hasta el 3 de octubre. Aquel día, y por su propia iniciativa, defendió con contundencia la unidad del país y condenó la “deslealtad” de los dirigentes independentistas, quienes según sus palabras se colocaron “al margen del derecho y de la democracia”.
Muchos catalanes, más allá de los separatistas, reprocharon al rey que no mencionara las cargas policiales destinadas a evitar la celebración del referendo ilegal de independencia del 1 de octubre. Y consideraron que con su discurso se alineó con el gobierno conservador de Mariano Rajoy.
“El rey es el jefe de Estado. Sería bastante extraño que el rey no defendiera la Constitución y que no denunciara determinadas circustancias”, responde una fuente de la Casa Real.
Según Ana Romero, ese discurso “fue recibido con grandes aplausos” en la mayor parte de España, pero no así en Cataluña, País Vasco y Navarra o entre la izquierda radical, que “sintió rechazo cuando oyó ese discurso tan duro”.
En esa línea, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, cargó este mes contra la monarquía en una reunión de su partido, acusando a la institución de haber propiciado “un cierre de filas oligárquico”, para que en España “no haya acuerdos políticos que consigan avances en una dirección progresista”.
“¿Para qué sirve la monarquía?”, se preguntó el líder izquierdista.
“Mediar en política no le corresponde”, responde de nuevo la Casa Real.
El gran reto para Felipe, por tanto, se sitúa ahora en lograr que los españoles acepten la institución como algo que “va a permanecer ahí en la historia”, apunta Ana Romero. AFP/por Laurence Boutreux.