WASHINGTON. John Bolton, el nuevo asesor de seguridad nacional de Donald Trump, es todo un “halcón” militarista que ha llamado recientemente a declarar la guerra a Corea del Norte e Irán, y fue uno de los promotores del falso argumento sobre las armas de destrucción masiva que llevó a la invasión de Irak en 2003.
Bolton, de 69 años, es una figura tan polémica en Washington que en 2006 tuvo que abandonar su cargo de embajador estadounidense ante la ONU después de apenas 14 meses, debido a la negativa del Senado a confirmarle definitivamente para ocupar el puesto.
Pero el combativo exdiplomático, un comentarista frecuente en la cadena de televisión favorita de Trump, Fox News, logró ayer ponerse al frente del Consejo de Seguridad Nacional, el órgano de la Casa Blanca encargado de centralizar la política exterior y de seguridad de EE.UU. y asesorar al presidente al respecto.
El rasgo físico más distintivo de Bolton, su poblado bigote blanco, es también el que retrasó supuestamente su entrada en el Gobierno de Trump: según varios informes de prensa, al presidente no le gusta el vello facial, y ese fue un factor importante a la hora de descartarle el año pasado como posible secretario de Estado.
Detrás del bigote se encuentra un ideólogo ultraconservador, un vehemente defensor del “interés nacional” de Estados Unidos que ve con recelo los tratados multilaterales y la ley internacional, y que respalda sin ambages los ataques militares como estrategia preventiva.
“Es perfectamente legítimo que Estados Unidos ataque primero para responder a la ‘necesidad’ (de defensa propia) que presentan las armas nucleares de Corea del Norte”, defendió Bolton en un artículo publicado hace dos semanas en el diario The Wall Street Journal.
En 2015, Bolton utilizó un argumento similar sobre Irán, al escribir en el The New York Times que “solo una acción militar” podía evitar que los iraníes obtuvieran un arma atómica.
Ésa será la voz que aconseje a Trump en la preparación de su próxima reunión con el líder norcoreano, Kim Jong-un, y también en la decisión que debe tomar antes de mediados de mayo sobre si se retira del acuerdo nuclear con Irán, un pacto que Bolton ha dicho que “no tiene sentido salvar”.
El nuevo asesor de Trump es también un conocido crítico de la Corte Penal Internacional y de las Naciones Unidas, y en 1994 dijo que “no pasaría nada” si desaparecieran diez pisos del edificio de la ONU en Nueva York.
Eso no evitó que trabajara en ese inmueble durante más de un año, porque el expresidente George W. Bush (2001-2009) le nombró embajador ante la ONU en agosto de 2005, aprovechando un receso en el Senado, que se había negado a confirmarle para el cargo.
En diciembre de 2006 tuvo que dimitir, porque se agotaba el plazo en el que podía ocupar el puesto de forma interina y el Senado no parecía dispuesto a darle luz verde.
La oposición demócrata bloqueó su nominación debido a su supuesta intimidación de subordinados durante su paso por el Departamento de Estado, y a sus presuntos intentos de ignorar o suprimir información de inteligencia con la que no estaba de acuerdo.
En 2001, Bolton se convirtió en subsecretario de Estado para el control de armas, una posición que cobró peso en la antesala de la invasión de Irak porque la justificación de Bush para atacar se centró en la supuesta posesión de armas químicas y biológicas por parte del régimen de Sadam Huseín, que luego no se encontraron.
“Estamos seguros de que Sadam Huseín ha escondido armas de destrucción masiva”, dijo Bolton en un discurso en 2002.
Bolton abrazó la teoría del “eje del mal” sobre Corea del Norte, Irán e Irak, y presionó al Departamento de Estado y la CIA para despedir a quienes no validaran las acusaciones más radicales contra esos países, según un análisis de documentos oficiales que hizo en 2008 John Prados, de la Universidad George Washington.
También fue protagonista de una larga disputa con las agencias de inteligencia estadounidenses por su acusación pública de que Cuba contaba con un programa de armas biológicas.
Nacido en Baltimore (Maryland) en 1948, Bolton se doctoró en Derecho por la Universidad de Yale en 1974 y se alistó en la Guardia Nacional, pero no fue a la guerra de Vietnam y se le atribuye la cita de que “no quería perder la vida en el arrozal de ningún país asiático”.
Casado y con una hija, Bolton ocupó un alto cargo en el Departamento de Justicia bajo el Gobierno de Ronald Reagan y en el de Estado bajo el de George H. W. Bush, y pasó por los centros conservadores Instituto Manhattan y American Enterprise Institute.
Aunque muchos le tachan de neoconservador, Bolton se describe como un “libertario” que prefiere “la libertad sobre la democracia” y que, finalmente, ha logrado esquivar el escrutinio del Senado -que no es necesario para ser asesor de seguridad nacional- y situarse justo a la derecha del presidente.
Lucía Leal