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Enrique Rubio
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En Londres la gente corre. No por hacer ejercicio, que también, sino para llegar a los sitios. Pese a ello, no deja de sorprender que muchas de las miles de personas que visitan la capilla ardiente de Isabel II se unan a la cola casi a la carrera, para iniciar una espera de hasta 24 horas en la que hoy recibieron el aliento del rey Carlos III.
Ni la perspectiva de soportar las penalidades de la intemperie –el termómetro baja por la noche hasta los siete grados– amedrenta a la masa de personas que, todo sea dicho, aunque parecen llegar con mucha prisa después demuestran el mayor civismo dentro de la fila.
Los motivos de los «peregrinos» de Isabel II son de lo más variopinto, pero la mayoría destaca que se trata de un momento histórico que no se quieren perder.
Pertrechados con comida y bebida, así como de ropa de abrigo, los ánimos no parecen decaer a lo largo de los ocho kilómetros que separan Westminster Hall, donde se ha instalado la capilla ardiente, del Southwark Park, límite que marca el tope de capacidad de una espera que ha llegado a a alcanzar las 25 horas.
Sin embargo, la visita sorpresa este mediodía de Carlos III y de su primogénito, el príncipe heredero Guillermo, recargó el depósito de moral e ilusión de un público que parecía no dar crédito ante su cercanía.
Desde sus primeros pasos como monarca, Carlos ha marcado cierta distancia con la separación física que su madre mantuvo tradicionalmente hacia su pueblo.
El soberano pasó más de veinte minutos estrechando manos y departiendo con los ciudadanos que llevaban ya horas a orillas del río Támesis aguardando a su turno para honrar el féretro de lsabel II.
Entre gritos de «¡hip, hip, hurra!» y «¡Dios salve al rey!», los integrantes de la fila recibieron con alborozo la visita real.
Con el móvil en sus manos, a muchos les resultaba complicado estrechar la que les tendía Carlos III.
Eso llevó a parte del personal de seguridad del rey a pedir a la gente que «bajasen los teléfonos» y de esta forma «disfrutar la realidad del momento».
Guillermo demostró su comodidad en esas situaciones y prolongó sus saludos cuando el rey ya se había marchado, lo que le llevó a bromear con la gente: «Mi padre es mucho más rápido que yo», dijo. O quizá sólo sea que en Londres la gente corre.
ESPÍRITU SOLIDARIO
Hasta la organización de la kilométrica fila (La Cola, en mayúsculas, la han denominado los medios británicos) hay tintes deportivos. Como si fuese una de tantas carreras populares que se celebran cada semana en la capital británica, existen puestos de avituallamiento, carpas de primeros auxilios y hasta los voluntarios se dedican a animar a los participantes.
«¡Seguid moviéndoos, gente bonita! ¡Ánimo!», gritaba una voluntario a quienes acababan de ingresar en la fila en el parque Southwark y se enfrentaban a la perspectiva de más de 14 horas de espera.
Entre ellos estaba el peruano Franco Galindo, de 32 años, de los cuales los últimos siete vividos en Londres. El joven reconocía llegar «bien almorzado», y por eso «hasta 24 horas se puede soportar».
«Encuentro esto una gran oportunidad para decirle muchas gracias (a Isabel II) por dejarme vivir en su país. Y, sobre todo, ver el grado de compromiso que ella ha tenido con esta nación, todo lo que indirectamente ha enseñado a estas personas, pero, más aún, el ejemplo que ha dado», dijo a EFE Galindo al inicio de su periplo.
Para este peruano, visitar la capilla ardiente es también «una forma de participar en la historia», ya que hay que tener en cuenta que «no se sabe cuándo volverá a haber una reina» porque los dos siguientes en la línea de sucesión de Carlos III son varones: Guillermo y su hijo Jorge.
La irlandesa Philomena Monnaghan, acompañada de una amiga, reconocía que llevaba «lo más importante» para aguantar en la fila: «paraguas, abrigo y agua«.
«No me quiero perder esta oportunidad. Quiero ver a la reina y presentarle mi respeto», explicó esta mujer residente en Londres.
La capilla ardiente de Isabel II permanecerá abierta hasta las 06.30 hora local (05.30 GMT) del lunes, cuando se cerrará para preparar su traslado a la cercana abadía de Westminster, donde se celebrará el funeral de Estado por la reina.
Aunque algunos líderes mundiales, como el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, se acercaron hoy a Westminster Hall para dar su último adiós a Isabel II, se espera que mañana lo hagan la mayoría de jefes de Estado que vendrán a Londres para las exequias, como el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el rey de España, Felipe VI.